**La adoración a Merkel fue el liberalismo en su peor expresión**
La figura de Angela Merkel, quien ocupó el cargo de canciller de Alemania desde 2005 hasta 2021, ha sido objeto de admiración y crítica a partes iguales. Para muchos, su estilo de liderazgo y su enfoque pragmático hacia la política la convirtieron en una figura emblemática de la estabilidad europea. Sin embargo, hay quienes argumentan que esa veneración refleja una de las expresiones más problemáticas del liberalismo contemporáneo.
El liberalismo, en su esencia, promueve la libertad individual, el libre mercado y la democracia. Bajo esta premisa, Merkel se presentó como la arquitecta de una Europa unida y fuerte, especialmente durante crisis significativas como la de 2008 y la crisis de refugiados en 2015. Su famosa frase “Wir schaffen das” (“Podemos hacerlo”) aludía a la capacidad de Alemania y, por extensión, de Europa para afrontar el desafío de la llegada masiva de migrantes. Sin embargo, esa misma frase también ha sido criticada por ser una simplificación de problemas complejos que, en su intento de ser resueltos, dejaron a muchos países europeos divididos.
Uno de los aspectos más controversiales de su mandato fue la gestión de la crisis del euro. Su decidido apoyo a las políticas de austeridad impuestas a países como Grecia, España y Portugal, aunque buscaba estabilizar la economía europea, exacerbó las tensiones sociales y económicas. En este sentido, la adoración a Merkel puede interpretarse como una aceptación de un liberalismo que privilegia la estabilidad económica sobre la equidad social, a menudo a expensas de las democracias locales.
Además, el liberalismo de Merkel tuvo una faceta menos altruista en su política exterior. La estrecha relación con Rusia, especialmente en el contexto del gas y la energía, ha sido objeto de críticas. Su decisión de promover el gasoducto Nord Stream 2, a pesar de las preocupaciones de seguridad nacional en Europa del Este, ha llevado a cuestionamientos sobre su compromiso con los valores democratizadores que el liberalismo debería promover. Así, su legado puede leerse como un ejemplo de cómo el liberalismo, cuando es aplicado sin revisar las condiciones sociales y políticas del terreno, tiende a priorizar los intereses económicos sobre los principios democráticos.
Al final de su gobierno, el ascenso de partidos populistas en varios países de Europa exponen el frágil equilibrio que Merkel mantuvo. Su admiración se ha tornado en renuencia en algunos sectores, donde muchos ven su liderazgo como un recordatorio de las limitaciones del liberalismo moderno: una ideología que se siente cada vez más desconectada de la realidad de millones de ciudadanos que se sienten abandonados por las élites políticas.
La adoración a Merkel es un caso paradigmático que encapsula el liberalismo en su peor expresión: una admiración por la estabilidad que ignora las injusticias subyacentes. En un momento histórico donde el futuro de la democracia y el liberalismo está en cuestión, es crucial reflexionar sobre las lecciones que nos deja su liderazgo.