**La industria de la construcción se prepara para un doble golpe: aranceles y deportaciones**
La industria de la construcción en Estados Unidos, uno de los sectores más importantes de la economía, se encuentra ante un panorama incierto debido a las políticas de comercio y inmigración del presidente electo, Donald Trump. Con un enfoque marcado en la imposición de aranceles a productos importados y el endurecimiento de las leyes de inmigración, los constructores están preocupados por cómo estas medidas impactarán su capacidad para seguir operando eficientemente.
Desde hace décadas, la construcción ha dependido en gran medida de la mano de obra inmigrante, que representa una parte considerable del trabajo en sitios de construcción en todo el país. Las estadísticas muestran que aproximadamente un 30% de los trabajadores en la construcción son inmigrantes, muchos de los cuales son indocumentados. La administración Trump ha prometido un enfoque más agresivo en la deportación de inmigrantes sin estatus legal, lo que podría desestabilizar el sector. Se estima que la escasez de mano de obra en este sector podría resultar en un aumento significativo en los costos de construcción, además de retrasos en las obras programadas.
Por otro lado, los aranceles propuestos por la administración también están generando preocupación. Desde el principio de su campaña, Trump se comprometió a proteger a los trabajadores estadounidenses de la competencia extranjera, lo que se traduce en una posible escalada de impuestos sobre productos de acero, madera y otros materiales de construcción. Esta medida, aunque tiene como objetivo fortalecer la industria nacional, podría incrementar significativamente los costos de producción en el sector de la construcción, lo que resulta en un impacto negativo en la asequibilidad de la vivienda.
La combinación de aranceles y una política de inmigración más estricta podría crear un “doble golpe” que afecte tanto a los constructoras como a los compradores de viviendas. Con el aumento de los costos de materiales y la escasez de trabajadores, los constructores podrían verse obligados a aumentar los precios de las viviendas, lo que afectaría directamente a los consumidores y podría frenar la recuperación del mercado inmobiliario.
En el contexto histórico de Estados Unidos, la inmigración siempre ha sido un motor económico, especialmente en sectores como la construcción. A medida que el país se ha industrializado y urbanizado, los inmigrantes han asumido papeles cruciales desde la construcción de rascacielos hasta la edificación de viviendas unifamiliares. La historia nos muestra que restricciones drásticas en la inmigración han conducido, en el pasado, a una desaceleración en el crecimiento del sector.
Mientras avanzamos hacia un nuevo ciclo político, la industria de la construcción se enfrenta a una encrucijada. Los constructores y desarrolladores deben adaptarse a estas nuevas realidades, abogando por políticas que reconozcan su dependencia de la mano de obra inmigrante y trabajen para encontrar un equilibrio en la política comercial que permita prosperar a la industria. Así, ante el doble golpe de aranceles y deportaciones, el futuro de la construcción en Estados Unidos queda en la cuerda floja, a la espera de decisiones que podrían cambiar el curso de su historia.